Reconocimiento
a Fernanda la Escritora, Fernanda la Amiga,Fernanda La mujer,Fernanda la Escort
y está dirigido a la gente interesada en su persona,
En este espacio aparecerán sus Escritos y sus Imagenes sin llevar un orden cronologico.


lunes, 29 de diciembre de 2008

Memorias de una Geisha II. Iniciación

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Cuando papá murió nos quedamos casi en la calle. Mí hermano se había casado y apenas podía mantener a su familia, así que mamá se puso a dar clases de inglés y yo comencé a trabajar como instructora de spin. Allí conocí a Paty. Paty era clienta del spin. Casi todos los días a eso de las once hacía su ejercicio. Era una guapa rubia argentina. Platicábamos de cuando en cuando, me parecía agradable. Yo suponía que sería, como muchas de las señoras que a esa hora hacen ejercicio, otra mujer joven, bien casada con algún tipo capaz de mantenerla. Me enteré de la verdad después de contarle de mis precariedades. Es fácil, me dijo, se gana mucha plata, sólo es cosa de que lo tomes con calma y saldrás de apuros. No recuerdo todo lo que dijo para convencerme, pero a la semana siguiente mí foto figuraba entre las de otras chicas en la página que ella dirigía. Esa misma tarde comenzaron las llamadas. Yo tenía 18 años y mí primer cliente tendría entre 30 y 35. Era un hombre alto, moreno, bien vestido, de bonita sonrisa, cabello corto, un poco pasado de peso y de rostro amable, casi tierno. Me recibió con una sonrisa y un beso en la mejilla (que él trató de poner en los labios). Estaba aterrada. Tenía las manos frías y las piernas me temblaban. Me senté en un sillón y pregunté su nombre. El se sentó frente a mi y lo dijo (aunque por más esfuerzos que he hecho no logro recordarlo). Se veía ansioso pero sus ademanes revelaban que, igual que yo, también estaba algo nervioso. De haber podido habría continuado sentada charlando el resto de la hora, pero de pronto él se acercó a mi y, en cuclillas, me dijo que era muy hermosa. Sin darme tiempo a reaccionar me plantó un beso en los labios que me dejó helada. Es la primera vez que lo hago… Estoy empezando en “esto”. Le dije. En su rostro se dibujó una ternura acentuada y en sus ojos brilló la flama de un placer nuevo. Me dio otro beso que provocó un espasmo que me recorrió el cuerpo. Me tomó en sus brazos y me llevó a la cama. Sus besos dejaron mí boca y comenzaron a recorrerme el rostro, el cuello, los hombros, los brazos, el torso. Sus manos me recorrieron con calma y retiraron en episodios mí ropa. Mis pechos en sus labios temblaron y mí cuerpo se estremeció. Él permanecía vestido, pero el roce de su miembro erecto en mis muslos expuestos y vacilantes comenzó a dominar mí miedo y a convertirlo en deseo. Empecé a corresponder sus besos, a abrazarlo y a ofrecer todo lo que mí cuerpo tenía para darle. Cuando me tuvo desnuda y su lengua hubo recorrido todo el cuerpo, se acostó. Tomó mí mano y la puso sobre su pecho. Me incorporé y me puse sobre él apoyando mis rodillas en la cama, rodeándolo con los muslos. Le desabroché la camisa dejándole al hacerlo varios besos que le daba en el pecho. Ya sin esa prenda, comencé a besarle los pezones como él antes había hecho con los míos. Él, acariciaba mí cabeza que, de pronto, comenzó a bajar sin dejar de besar. La humedad entre mis piernas iba dejando huellas sobre su piel que al mojarse se agitaba. Al despojarlo por fin del pantalón encontré mí premio, un miembro tieso y generoso que me deseaba con vehemencia. Me lo llevé a la boca. Comencé a mamarlo con la cadencia que tantas veces he tenido el gusto de comprobar, les encanta a los hombres. Mí lengua probó por un rato el sabor agridulce de su cuerpo erecto y apremiante hasta que recibió con una destemplada sacudida su regalo tibio y pegajoso. Por un buen rato dejé la boca en ese miembro que sentí domarse y volver a su tamaño en mí garganta. Parte del obsequio escurría por mis comisuras, el resto lo tragué. Me levanté para lavar mí cara y boca, luego regresé a una cama tranquila, como un mar luego de la tormenta. Puse mí cabeza en su pecho y nos quedamos callados por un rato. Su mano, sin embargo, no dejó de abrazarme y acariciarme. Caricias que poco a poco tomaron un rumbo más candente hasta convertirse en franco cachondeo. Nos besamos. Tomé su pene para comprobar que había crecido nuevamente. Entre mis piernas el deseo era también incontenible. Sentía que el río que salía de mi me ahogaba irremediablemente.Tomé un condón. Se lo puse y, sin decir más, me puso boca abajo y me penetró. Sentí su piel caliente hundirse en mi con violencia y sentí como mí cuerpo la abrazaba y la disfrutaba. Me tomó entonces de la cintura y me forzó a ponerme en cuatro. Su pene se perdía entre mis piernas deliciosamente mientras sus manos apretaban con lujuria mis senos. Mordisqueaba mis hombros, besaba mis orejas...No sé cuanto tiempo estuvimos retozando así y de muchas otras formas, pero cuando al fin llegó el orgasmo (cosa que rara vez sucede), mí cuerpo entero se perdió al placer incontenible del estallido. Un grito sordo ahogo una habitación en la que ya se respiraba el pecado. Lo besé.Debo reconocer que por los nervios, desatendí uno de los primeros consejos de Paty, cobrar antes del servicio, pero el tipo me pagó. Esa tarde no dejé de pensar que, después de la espectacular cogida que me puso, todavía pude cobrar. Cuando salí con los retratitos de Mariano Escobedo en mis billetes, casi me vengo otra vez. Era media quincena en el spin.
Escrito por Fernanda, el 14 de Mayo del 2006 en el foro Elite de ZD

martes, 23 de diciembre de 2008

Querido Santa:

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Soy Fernanda. Sí, la misma que ne­ciamente y por estas fechas te escribe to­dos los años. Seguramente lo sabrás, pe­ro te lo confirmo, este año me porté de la chingada, un poco peor que el año pasa­do, pero seguramente menos mal que el que viene. Ya me conoces, me gusta su­perarme. Sobre todo desde que leí aquel libro mameluco de progreso y auto-ayuda que me enseñó que puedo dejar de ser una desmadrosa cualquiera para conver­tirme en una desmadrosa "etzelente".
Habrás notado que cada ocasión mis expectativas van bajando, pero es que cuando una solicitud deja de ser atendi­da, pues la peticionaria va dejando de pe­dir. No es que haya dejado de disfrutar las navidades ni que esté en proceso de con­vertirme en una especie de Grinch, sim­plemente ya no espero despertar el 25 de diciembre sorprendida por algún regalito de tu parte escondido en un zapato o ba­jo el arbolito navideño.
Que no te sulfure el que ya no sea tu fan, ni espere que se corte una flor de tu jardín, tampoco significa que te escri­bo para mentarte tu madre, pues entien­do tus reglas. Si a mi no me traes lo que te pido, sé que no es por Kool-aid, sino porque realmente me porto de la frega­da Pero he de decirte la neta, mi queri­do Santa, por un puto regalito al año, no voy a sacrificarme fingiendo ser una cha­va que no soy. Ya a estas alturas debes de saber que a mí, lo mustia, simplemente no se me da
Quiero suponer que me recordarás cuando era una mozuela güerucha con trencitas coquetísimas y rodillas percudi­das ¿Te acuerdas que te pedía insistente­mente que me trajeras carritos, soldados y balones de fútbol? Qué le voy a hacer, me gustaba jugar con niños (como ahora, pero menos peluditos) y a juegos de ni­ños. ¡Ah pero no! Tú de huevotes me lle­nabas el arbolito de muñecas mariconas y juguetitos cursis que, desde luego, irían a parar casi de inmediato a la repisa de "me-vale-madre".
Ten por seguro que la cabrona de mi hermana fue muy feliz con la estufita y el nenuco mamuco que me regalaste ha­ce años, pero he de reiterarte que yo me quedaba púrpura de pura rabia No sabes las ganas de volver a escribirte para re­clamarte el equívoco y regresarte, hechos rollito cuidadosamente, todos tus regalitos para que pudieras darles mejor uso.
Cuando al fin me cansé y empecé a darme cuenta de que nunca me traerías lo que yo te solicitara en mi dulce y far­sante correspondencia, te pedí que me trajeras puro camote. Ah, pero entonces sí el señor barbas se puso complaciente y,
ojete como siempre has sido, ese año me jugaste la maravillosa broma de cumplir­me el deseo, pues fue cuando comencé en este negocio. Jo jo jo.
Con esa experiencia, y curada de es­panto, no quise durante algunos años, posteriores a aquella desafortunada co­incidencia, tentar a mi suerte. Pa' no re­garle, comencé a pedir deseos reales. No porque de neta esperara que me los cum­plieras, sino nomás para ver si era chicle y pegaba
Pero contigo no doy una ¿Verdad? Sí sólo te gusta partirme la mandarina en gajos. Puro de Toluca me trajiste durante todos esos años.
Así que no te preocupes. Ya entendí. Esta vez no voy a pedirte el departamen­to de lujo, ni mi jaguar negro, ni mi gar­gantilla de Tiffany. No voy tampoco a re­cordarte que me debes una jugosa cuenta en dólares. Es más, ni siquiera voy a pe­dir que me traigas un príncipe azul, pues aunque buena falta me hace, lio quie­ro que me vuelvas salir con uno como los gañanes que acostumbras que si bien me va, al besarlos se convierten en sapos pantaneros.
No, no, no. Mejor este año no voy a pedir que me traigas nada ni buscaré dis­cretamente alrededor de arbolito alguno. Simplemente te voy a sugerir que si pue­des hacer algo al respecto, muevas tus in­fluencias donde eso se tenga que hacer para que cuando menos una vez por se­mana me salga un cliente como ese grandotote musculoso del otro día, que me coja delicioso y además me pague... No te hagas el que no sabes cuál, tú lo ves to­do, hablo de ese del cortecito punketo en dónde no da el sol. No sabes qué rico Santa Neta que si esta me la cumples, me doy por bien servida para esta Na­vidad y para todas las que vengan.
Cariñosamente
Fernanda Siempre...
Publicado por Fernanda para su columna del periodico metro de la ciudad de mexico el 20 de diciembre de 2007

domingo, 21 de diciembre de 2008

Soledad

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Andri. Lo que escribiste me hizo llorar, es muy honesto y dulce, habemos muchas que te entendemos.
Creo que...
La soledad es la única verdad de la vida.
Solos la iniciamos como solos habremos de entregarla.
Vivimos tratando de evitarla, disimularla o engañarla pero está allí.
Nos hacemos de afectos, algunos perdurables, otros fugaces. Algunos sinceros, otros frívolos; pero, tarde o temprano, al llegar a casa, al tomarte el café, al buscar algo para cenar en un refrigerador vacío, al tratar de tallarte la espalda en la ducha, al lavar tus dientes, al pensar en los amigos, en la familia, en los amores; al recordar sus miradas e incluso al presentirlos a la distancia, dueños de sus propios secretos y soledades; no queda menos que reconocer que la única compañera y amiga eterna, de cuya lealtad no podemos dudar, es:
“esa amante inoportuna que se llama Soledad”.
Una bendición y un tormento.
Muchos besos
Fernanda

escrito por Fernanda, el 23 de mayo de 2006 en respuesta a otro escrito de andri en el foro Elite de ZD

sábado, 20 de diciembre de 2008

Memorias de una Geisha II. Iniciación

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Cuando papá murió nos quedamos casi en la calle. Mí hermano se había casado y apenas podía mantener a su familia, así que mamá se puso a dar clases de inglés y yo comencé a trabajar como instructora de spin. Allí conocí a Paty.
Paty era clienta del spin. Casi todos los días a eso de las once hacía su ejercicio. Era una guapa rubia argentina. Platicábamos de cuando en cuando, me parecía agradable. Yo suponía que sería, como muchas de las señoras que a esa hora hacen ejercicio, otra mujer joven, bien casada con algún tipo capaz de mantenerla. Me enteré de la verdad después de contarle de mis precariedades.
Es fácil, me dijo, se gana mucha plata, sólo es cosa de que lo tomes con calma y saldrás de apuros. No recuerdo todo lo que dijo para convencerme, pero a la semana siguiente mí foto figuraba entre las de otras chicas en la página que ella dirigía. Esa misma tarde comenzaron las llamadas.
Yo tenía 18 años y mí primer cliente tendría entre 30 y 35. Era un hombre alto, moreno, bien vestido, de bonita sonrisa, cabello corto, un poco pasado de peso y de rostro amable, casi tierno. Me recibió con una sonrisa y un beso en la mejilla (que él trató de poner en los labios). Estaba aterrada. Tenía las manos frías y las piernas me temblaban.
Me senté en un sillón y pregunté su nombre. El se sentó frente a mi y lo dijo (aunque por más esfuerzos que he hecho no logro recordarlo). Se veía ansioso pero sus ademanes revelaban que, igual que yo, también estaba algo nervioso. De haber podido habría continuado sentada charlando el resto de la hora, pero de pronto él se acercó a mi y, en cuclillas, me dijo que era muy hermosa. Sin darme tiempo a reaccionar me plantó un beso en los labios que me dejó helada.
Es la primera vez que lo hago… Estoy empezando en “esto”. Le dije. En su rostro se dibujó una ternura acentuada y en sus ojos brilló la flama de un placer nuevo. Me dio otro beso que provocó un espasmo que me recorrió el cuerpo. Me tomó en sus brazos y me llevó a la cama. Sus besos dejaron mí boca y comenzaron a recorrerme el rostro, el cuello, los hombros, los brazos, el torso. Sus manos me recorrieron con calma y retiraron en episodios mí ropa. Mis pechos en sus labios temblaron y mí cuerpo se estremeció.
Él permanecía vestido, pero el roce de su miembro erecto en mis muslos expuestos y vacilantes comenzó a dominar mí miedo y a convertirlo en deseo. Empecé a corresponder sus besos, a abrazarlo y a ofrecer todo lo que mí cuerpo tenía para darle.
Cuando me tuvo desnuda y su lengua hubo recorrido todo el cuerpo, se acostó. Tomó mí mano y la puso sobre su pecho. Me incorporé y me puse sobre él apoyando mis rodillas en la cama, rodeándolo con los muslos. Le desabroché la camisa dejándole al hacerlo varios besos que le daba en el pecho. Ya sin esa prenda, comencé a besarle los pezones como él antes había hecho con los míos. Él, acariciaba mí cabeza que, de pronto, comenzó a bajar sin dejar de besar. La humedad entre mis piernas iba dejando huellas sobre su piel que al mojarse se agitaba. Al despojarlo por fin del pantalón encontré mí premio, un miembro tieso y generoso que me deseaba con vehemencia. Me lo llevé a la boca. Comencé a mamarlo con la cadencia que tantas veces he tenido el gusto de comprobar, les encanta a los hombres. Mí lengua probó por un rato el sabor agridulce de su cuerpo erecto y apremiante hasta que recibió con una destemplada sacudida su regalo tibio y pegajoso. Por un buen rato dejé la boca en ese miembro que sentí domarse y volver a su tamaño en mí garganta. Parte del obsequio escurría por mis comisuras, el resto lo tragué.
Me levanté para lavar mí cara y boca, luego regresé a una cama tranquila, como un mar luego de la tormenta. Puse mí cabeza en su pecho y nos quedamos callados por un rato. Su mano, sin embargo, no dejó de abrazarme y acariciarme. Caricias que poco a poco tomaron un rumbo más candente hasta convertirse en franco cachondeo. Nos besamos. Tomé su pene para comprobar que había crecido nuevamente. Entre mis piernas el deseo era también incontenible. Sentía que el río que salía de mi me ahogaba irremediablemente.
Tomé un condón. Se lo puse y, sin decir más, me puso boca abajo y me penetró. Sentí su piel caliente hundirse en mi con violencia y sentí como mí cuerpo la abrazaba y la disfrutaba. Me tomó entonces de la cintura y me forzó a ponerme en cuatro. Su pene se perdía entre mis piernas deliciosamente mientras sus manos apretaban con lujuria mis senos. Mordisqueaba mis hombros, besaba mis orejas...
No sé cuanto tiempo estuvimos retozando así y de muchas otras formas, pero cuando al fin llegó el orgasmo (cosa que rara vez sucede), mí cuerpo entero se perdió al placer incontenible del estallido. Un grito sordo ahogo una habitación en la que ya se respiraba el pecado.
Lo besé.
Debo reconocer que por los nervios, desatendí uno de los primeros consejos de Paty, cobrar antes del servicio, pero el tipo me pagó. Esa tarde no dejé de pensar que, después de la espectacular cogida que me puso, todavía pude cobrar. Cuando salí con los retratitos de Mariano Escobedo en mis billetes, casi me vengo otra vez. Era media quincena en el spin.
Escrito por Fernanda, el 15.05.2006, en el foro Divas

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Memorias de una geisha. Mi primera vez

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José Luis era amigo de mi hermano. Yo tenía catorce y era virgen todavía. Algunas veces habría tocado el pito de algún novio de secundaria, pero no había gozado entonces de uno de a de veras. José Luis en cambio se las sabía de todas, todas. Eso, sin embargo, no fue obstáculo para que fuera yo quien tomara la iniciativa. Iba vestida con el uniforme de la escuela, falda gris un poco arriba de las rodillas, blusa blanca desfajada y ajustada, calcetas a los tobillos. Aquella tarde se había quedado de ver en nuestra casa con mi hermano, él venía con un retraso de una hora y estábamos solos. Le ofrecí una cerveza mientras esperaba. La puse sobre una mesita frente al él, pero al darme vuelta tropecé y la Corona se derramó toda sobre el sillón, el piso, la mesa y las piernas del galán. Instintivamente me arrodillé a secar con un trapo los lugares que había mojado Comencé por el piso, la mesa, el sillón y terminé, no sé si deliberada o automáticamente, por pasar el trapo empapado por la pierna de José Luis. Como siempre me gustó, acostumbraba provocarlo desabrochando los botones de la blusa para que viera el nacimiento de mis pechos adolescentes pero ya de buen tamaño, de modo que en esa posición seguramente tendría una vista inmejorable. Mientras tallaba con delicadeza sus muslos, sentí como algo debajo de la tela comenzaba a hincharse. Tomé en mi mano el bulto como una niña curiosa que sujeta por vez primera un extraño obsequio, comencé entonces a jalarlo con fuerza y con velocidad, José Luis cerró los ojos, tomó mi mano y le dio un ritmo más lento y acompasado. Sacó su pene por la bragueta y lo puso en mis labios, estaba tibio y húmedo, yo estaba entre el miedo y el asco, pero no podía dar marcha atrás, tenía que hacer algo, seguir, así que lo besé, pasé los labios por los costados y sentí cada movimiento de esa piel suave y delgada, llena de venas y nervios que dibujaban sus veredas en mi lengua. Recorrí un hilito de carne que se tendía como una costura a lo largo de aquella cosa. Expelía un olor ácido y penetrante, no quería más y sin embargo mi sexo comenzó a hincharse y a humedecerse incontrolablemente. Fue entonces cuando con una de sus grandes manos tomó mi cráneo y empujó su verga dentro de mis labios. Me la tragué toda, nuevamente su mano experta comenzó a enseñarme el ritmo que debía dar a los movimientos de mi cabeza y sus gemidos y contorsiones me aclaraban cuando estaba haciendo un buen trabajo con la lengua. Su enorme equipo me ahogaba y se clavaba ansioso en mi garganta, sin embargo, yo lo disfrutaba. Saberlo a merced de mis dientes, expuesto al capricho de mis mandíbulas me entusiasmaba. De pronto decidió arrebatarme el caramelo de la boca, me tomó por las axilas y me levantó en vilo. Me colocó de rodillas sobre el sillón en el que se encontraba sentado, con la cara hacia la pared y las manos apoyadas en el respaldo, rompió mis bragas de un jalón, haciéndome daño, y colocó su enorme pito en la vulva que latía escandalosamente, como un corazón expuesto, colorado y palpitando entre mis piernas. Entonces un miedo intenso se apoderó de mí, mis piernas flacas temblaban ante la inminencia de una penetración impensada. Mi sexo, sin embargo, chorreaba dispuesto por el instinto del placer. José Luis se colocó y empujó suavemente hacia mi un par de veces, la tercera embistió con toda su fuerza, penetrándome salvajemente y de un solo golpe. Se quedó quieto entonces, yo sentí que me había partido en dos, sentí dos arroyos tibios que bajaban lentamente, uno por cada una de mis piernas. Solté un grito sordo y alce la cabeza hacia el techo. Me tomó por el pelo y comenzó a moverse, el dolor era infinito, insoportable, casi tanto como el placer que me provocaba. No voy a dar más detalles, basta con contar que durante más de un año mantuve relaciones con él a escondidas. Cómo podía ser de otro modo, tenía treinta años y estaba casado.

escrito por Fernanda, 12.05.2006, 09:03 en el foro Elite de zonadivas

Quién soy...

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soy la memoria perdida,
soy dolor y soy remedio,
soy la duda y la respuesta,
soy congoja y sosiego
soy una puta en la cama,
una lágrima en el suelo,
soy tu última esperanza,
soy adicción,
soy veneno
y quien calienta tu almohada
sin dormirse nunca en ella,
soy regalo de una noche,
soy tu mejor experiencia
soy la niña generosa
que te alimenta en sus pechos,
soy la fuente de sudores
que se calman con tus besos
soy moneda de cambio
muñeca en aparador,
soy un cuerpo dadivoso
que se da al mejor postor
soy el recuerdo de un día
soy deseo renovador
soy un rato de alegría
soy un cheque al portador
soy tu mejor compañía
sin reclamos ni dolor,
soy el fresco mediodía
en que perdiste el honor
soy la cama que se vende
soy el goce sin pudor,
soy tu conciencia inconciente
que no tiene pundonor
soy pecado y penitencia
soy un rato de placer
tu fantasía cumplida
un capricho a complacer
soy amores golondrinos
soy la pasión de un momento
soy tu confianza y tu dicha
soy mujer y soy anheloso
y una cuna vacía
para el cuerpo del viajero
que viene buscando un abrazo
que se va comprando consuelo
Soy Fernanda y soy de ustedes...

publicado el 03/Ene/2007 por fernanda en foros mi arroba en la cama de fernanda

domingo, 14 de diciembre de 2008

Yo soy Fernanda, Escort. Presentación

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Hola, para quienes ya me conocen, mi corazón; para quienes no me conocen, me presento: Mi nombre es Fernanda, soy Escort. Tengo 22 años, mido un metro cincuenta y cinco centímetros y peso 46 kilos. Mi piel es blanca, mis ojos verdes y mi cabello castaño claro, tirándole a rubio. Nací en el Dé Efe y aquí he estado casi toda mi vida. Me gusta mucho el ejercicio, estoy calificada como instructora de spinning, todos los días voy al gimnasio y soy boxeadora aficionada. La música me vuelve loca y me gusta toda.

A los dieciocho años, cuando te entra la crisis vocacional, yo, al igual que toda la generación de 1984, no sabía a que me iba a dedicar. No estaba segura, pero quería ser doctora, psicóloga, maestra, empresaria, administradora, socióloga, antropóloga o niñera, por eso, mejor decidí meterme de puta. Después de todo, pensé, ahí se hace un poquito de todo lo anterior y puede ganarse mucho más.

Estuve trabajando unos años en el servicio de acompañamiento, además de Zoeh, me he anunciado antes con los nombres de Natasha, Ximena, Cameron y, desde luego, el nombre que me puso el cura en la pila de bautismo: Fernanda. En mi trabajo he conocido a hombres maravillosos y mujeres fantásticas, he vivido muchas aventuras con alegrías y sin sabores, pero siempre con optimismo cosechando lo bueno.

Si les interesa conocerme y quieren saber más de mi, les cuento que creo que tengo un carácter alivianado y a veces hasta dulzón. Puedo ser berrinchuda, terca y explosiva, pero si me tratan bien, soy una conejita que come de tu mano. Cómo soy en la cama es algo que sólo tú puedes comprobar y decirlo. Si quieres mi opinión, yo creo que soy como una gatita. Me fascina que me besen el cuerpo y que mi piel la recorran suavemente con las manos.

Disfruto mucho de la buena compañía, de una charla amena en la cama y de un encuentro apasionado. Me gusta estar con un hombre que huele rico y en cuyos brazos me siento a gusto. Nunca juzgo a nadie y me encanta todo hombre, más allá de su primera apariencia. En este negocio una se va dando cuenta de que cada persona que conoces es un tesoro oculto.

Me gusta tratar como me tratan. Me encanta que las cosas se vayan dando como parte de este juego de fantasías que nos trae a encontrarnos en cuartos de hoteles, entre sábanas blancas y ajenas. Yo no soy del tipo que llega con una maleta cargada de disfraces, látigos y juegos artificiales para montar una obra de teatro sobre la cama; a menos que me lo pidan y me sea posible, mi estilo es más el de una chava que, con ganas de conocer a alguien, se pasa un rato contigo como una amiga con la que puedes dar un paso más allá, perderte en mi cuerpo y yo en el tuyo. Extraviarnos en labios, caricias, sudores, palabras. Siempre he pensado que entre más naturales se dan las cosas, más absoluto es el éxtasis que se logra. Me gusta que en mi cuerpo se sientan como en su casa, me gusta despedirme con un beso y una sonrisa dibujada en la cara de los dos.

Mi trabajo tiene sus ventajas. No voy a mentir diciendo que pasa con todos, pero cada día, hay al menos un encuentro en el que aparece un hombre que te hace olvidarte de que estas trabajando y te transporta a los terrenos del placer. Siempre hay unas manos sabias que presionan los sitios precisos, la boca inspirada que sabe dónde, cuándo, cómo. Un cuerpo prudente, un pene acertado, un orgasmo puntual. Entonces sé que lo que hago vale la pena. Lo adivino cuando un hombre se despide satisfecho, cuando me regalan su amistad, cuando se va contento, cuando vuelven a llamar, pero sobre todo, cuando al dejar la habitación me llevo esa sensación de buena vibra acumulada o el recuerdo de un buen orgasmo. Y es que ¡Ay orgasmos, orgasmos! creo que este es el único trabajo en el que te pagan por tenerlos.

En fin, ya no sé que más decirles, pero espero a partir de ya, estar con todos ustedes. Dejar de sólo contarles para que puedan probarlo con sus ojos, manos o cuerpos. Porque les voy a decir una cosa, cada persona que he ido conociendo, cada corazón que he podido tocar, me ha dejado un lindo recuerdo y una razón más para sonreír.

Muchas gracias amigos, por regalarme en este foro sus ojos y su tiempo.

Un beso

Fernanda Siempre...
Publicado por Fernanda en el foro de Fernanda (mi arroba) el 2 de Enero de 2007

viernes, 12 de diciembre de 2008

La Doctores

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Poco antes de volar para Cancún (donde pasaré diciembre) comí con un cuate. Es un buen cliente que me llama a menudo y con quien he formado un lazo de amistad. De vez en cuando tiene el detalle de invitarme a echarnos un taco y, cuando tengo chance, acepto gustosa.
Generalmente vamos a algún restaurante de la roma o la condesa, pero aquella noche andaba de antojadiza y lo llevé a unos tacos riquísimos de guisados surtidos que están por Bucareli. Sabrosos como un buen rapidín y muy efectivos para eso de matarle el apetito a la solitaria. Mientras cenábamos me contó que algo andaba mal con su nave. Como más o menos acababa de publicar la historia de Jorge, mi amigo y mecánico de cabecera, me pidió que lo llevara con él, pero cuando le dije que aquel experto, fregón y baratero maestro automotriz tenía su taller en la respetable y muy desairada colonia de los Doctores, el tipito puso una cara como si le hubiera dicho que tenía que llevar su carro al mismísimo infierno.
No habría pasado de que yo pensara que mi cuate era demasiado fresa o que se pasaba de mamón, a no ser porque me dijo (poniendo jeta de que algo se le había podrido) que ni siendo gratis la compostura iba él a meterse a esa colonia -Es una pinché boca de lobo güera- me dijo. Ni le contesté. Así soy, cuando algo realmente me caga no entiendo de razones: me levanté, subí a un taxi y me fui. La neta es que si algo arde, es cuando a una le tocan las cosas que quiere. Yo a mi barrio !o quiero tanto que le hablo de tú, y como en estas fechas se vale ponerse cursis, le escribí una carta.
Querido Barrió:
Serás la boca del lobo, pero como toda boca también sabes sonreír. Es cosa de que sepan encontrarte el modo. Como muchos que aquí viven, llegué a tí cuando más necesitaba un lugar donde establecerme. Cuando otras puertas se me cerraron, siempre había entre las tuyas una abierta para recibirme, cuando por otros rumbos me daban la espalda, siempre hubo aquí alguien dispuesto a ofrecerme sus brazos ¿Cómo entonces no querer tus calles, tus secretos y a tu gente?
Sé que no eres colonia modelo (serías aburrido) y tus vecinos no son comunes ni corrientes. Eres barrio bronco, arrebatado y duro, curtes a tus hijos y les enseñas que aquí hay reglas que se entienden y respetan. Cuando alguien llega a ti y sabe conquistarte, nos recibes con los brazos extendidos y nos enseñas que las historias que se cuentan tienen mucho de mito y exageración. Que también aquí, como en cualquier otro lado, hay corazones generosos y vecinos dispuestos a ver qué pasa con el de junto, qué necesita, cómo ayudarle. Que también aquí hay risas, música, cábula, albur, baüe, juerga, concreto, ladrillos, ruido, ime-cas. Entonces te haces querer.
Te haces querer porque no juzgas, porque a todos nos recibes como hijas o hijos, sin preguntarnos dónde andábamos ni reprochar nuestros errores. En tus calles todos somos tan respetables. Corrió el que más sin importar nuestra condición ni oficio. Te haces querer porque impones, porque no cualquiera tiene los tanates bien plantados como para venir a enamorarte y hacerse parte de tu familla. Te haces querer por tu historia, porque eres un viejo verde y coqueto, que a más de cien años sigues dando brincos y contando cuentos. :. Te haces querer por todos los espacios que haces nuestros; el mercado Hidalgo, la Arena México, el Hospital General, la Procu, los juzgados, el Pirul, la Ciudad Perdida, el Corral, la Cuchilla, la Burbuja, el Balalaika Por tus hoteles, tus torterías, tus refaccionarias, tus vulcanizadores, tus escuelas, tus jardines y cada rincón donde la gente y el graffiti pueden hacer un guiño a modo de saludo.
Te haces querer por tus calles con nombres de médicos a quienes nadie recordaría a no ser porque tú les das memoria. Tus respetables doctores Vértiz, Márquez, Barragán, Andrade, Navarro, Jiménez, Gómez Santos, Morones, Olvera, Bernard, Liceaga, Neva o Silva.
Te haces querer porque justo allí, en Silva 21, me dejaste construirle un altar a la misma Virgen que a todos los mexicanos cuida, a la morenita que mañana celebraremos todos y a quien como tú, sin importar nuestra condición o errores, nos regala la misma sonrisa y el mismo perdón. Te haces querer, mi barrio, porque ese pedacito de cemento, flores y respeto que ayudé a alzar hace un tiempo, será el pretexto mañana para que gente que quiero olvide lo dura que es la vida y celebre su fe entre risas, conversación, devoción y esperanza. Mañana no podré celebrar con ellos a mamá grande, pero a pesar de la distancia, se que tú, mi barrio y los carnales que allá tengo, saben que desde lejos se les extraña
Gracias Dany
Fernanda, Siempre
Escrito por Fernanda para su columna del Periodico Metro
de la Ciudad de Mexico el 11 de diciembre de 2008

jueves, 11 de diciembre de 2008

Treintaycinco

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El treinta y cinco es el número natural que sigue al 34 y precede al 36. Por señas particulares dícese del 35 que es un número compuesto, que tiene como factores propios al uno, al cinco y al siete, que se trata de un número defectivo y además pentagonal.
Los romanos lo representaban con tres equis (qué rico) y una V (yumi yumi) y se le ha visto relacionado con las causas y los hechos más variados.
En geometría, por ejemplo, se dice que existen 35 hexominos, en la tabla periódica, el 35 es el número atómico del bromo, en un directorio telefónico 35 es el código internacional de Suecia. 35 por ciento es lo que ha subido la canasta básica en los últimos meses y 35 grados es lo que acá en el D.F. consideramos calor depravado.
Jorge Luis Borges publicó su primer libro de cuentos en 1935 y Julio Verne tenía 35 años cuando publicó el propio (su primera novela). En el número 35 de la calle Julio Verne, en Polanco, está la Embajada en México de Eslovenia y en Eslovenia hay exactamente 35 estaciones de esquí. A 35 kilómetros de Monterrey está el municipio de Santiago, Nuevo León, donde son de oro los niños de las roscas. Y justo allí, en Monterrey, en unos días se reunirán 35 talentosos escritores sanmillanos a celebrar las 35 primaveras de una arquitecta, poeta y amiga a quien se le quiere mucho y se le quiere bien.

A ustedes, quienes se han de reunir y a ti maravillosa convocante-provocante, manifiesto:

H. Encuentro Internacional de Escritores Sanmillanos

P R E S E N T E S

Sirva este medio para, con más pena que gloria, disculpar a esta imperdonable mujercita de vida disipada y controvertida profesión por su increíble y triste ausencia a tan comedido, fino y elevado reventón.

Puedo matar por enésima vez a mi sacrosanta abuela que, testaruda como yo, se niega a entregar el equipo (tal vez alguien allá arriba -o abajo- se ha olvidado de que aún anda por acá). Puedo también llorarle el cáncer a mi jefecita, aunque la neta de cáncer no tiene ni el signo zodiacal. Puedo inventar cualquier cantidad de pretextos inspirados y fantásticos que eximan sin duda de cualquier responsabilidad mi pertinaz ausencia. La neta, sin embargo, es que son otros dos vulgares enseres personales los que me impiden abandonar mi ciudad de cielo de ámbar y lamentar a distancia mi ausencia en tan prestigiada pachanga regiomontana. Una razón que me obliga a quedarme acá es revelable, la otra la he de confesar inconfesable.

La razón pública es el insuperable miedo que me da la invitación.

¿Dije miedo? Corrijo: La razón pública que me impide lanzarme con los festejadores es el pánico que me da el haber sido invitada. Una cosa es sentarse atrás de una maquinita plana y ver aparecer letritas en una pantalla brillante al ritmo de mis dedos apresurados y otra es sentarme a tomar cervezas con verdaderos profesionales. Nomás de pensarlo me tiemblan las piernitas. ¿Qué decir? Una puede vivírsela dándoselas de ser más macha que Juan sin Miedo, de apagar incendios con soplidos y cazar tiburones con las muelas, pero es que no es lo mismo ir desnudando nomás el cuerpo en habitaciones de hotel que desnudarlo todo en un evento cerebral. Sé que yo misma me estaría juzgando todo el tiempo y eso me haría imposible divertirme. Ni modo, a veces los prejuicios más pesados son los que tenemos contra nosotros mismos.

Me da mucha tristeza ser así y no atreverme, pero deseo de todo corazón que, cómo estoy segura, el rollo en el Gargantúas sea el evento más chingón de principios de siglo y que en unos años, los libros de la secun aburran a los chamacos desmadrosos haciéndolos estudiar la vida y obra de los Escritores Sanmillanos ¿Quién quita?

El caso es que no quiero dejar pasar la oportunidad de levantar mi copa y mis copas (y hay que ver que con tanto implante son copas respetables) y brindar cariñosamente por una amiga y una escritora de cepa, que nos da el pretexto de pensar las muchas cosas que puede significar un número y confirmar también que 35 puede ser, además, la edad en la que empieza lo bueno de la vida ¡Agarrate y pónte casco!

Muchos besos y arriba el norte.

P.D. Adjunto con la disculpa un abrazo apretadito y cachondón para desearte Lore el cumpleaños feliz que mereces canija.

Fernanda Siempre

1. Mala estudiante de mil novecientos ochenta y tantos al noventa y pelos
2. Open mind desde la formación básica y huérfana desde el dos mil dos
3. Prostituta “ejecutiva” (porque me ejecuto a mis clientes) desde el dos mil tres
4. Colaboradora en el periódico Metro desde el dos mil siete
5. Cabeza dura desde la cuna

Publicado por Fernanda en el Primer Encuentro Internacional de Escritores Sanmillanos Junio de 2008

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El beso

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Qué con el beso en el servicio
Conversando con un amigo me quedé pensando en la importancia del beso en mi oficio, principalmente porque platicábamos que hay muchas colegas que no tienen incluido ese regalito en su servicio.
Yo respeto e incluso entiendo su decisión porque, más allá de los alientos fulminantes y dentaduras descuidadas con las que de cuando en cuando llegamos a encontrarnos, dar un beso, en muchos casos, es más íntimo que entregar el cuerpo. Un beso puede convertir en un acto de pasión un hecho de lujuria, en obsequio un mercadeo. Cuando besas terminas de entregarte. Muchas chavas prefieren guardar esa parte del beso sólo para aquel de quien estan enamoradas. En casos de que haya química y no haya merendado insecticida, yo si beso a algunos clientes. En sí no tengo problemas con el beso, siempre que se trate de una boca limpia y sana y que no pretenda el besador encontrar petróleo en mi laringe barrenándola con su lengua. Las babas tampoco son sexys, pero si no se presenta desde el beso del saludo ninguno de estos problemas, yo no me opongo a un besito.
Y es que ¿Qué busca un hombre que contrata a una chica para acostarse con ella?
Yo tengo la teoría de que buscan tres cosas o, cuando menos, dos de ellas:
1. Secreto
2. Belleza, pero belleza perturbadora, absoluta.
3. Una ilusión.
Los clientes pagan lo que pagan por esas tres cosas.
El secreto se dá por hecho. Tratamos de ser las personitas más discretas y tú secreto irá acompañado de relevarte de cualquier compromiso posterior para con nosotras. Somos tus amantes perfectas, nunca te meteremos en problemas. Pagas tu cuota y si quieres olvidarte de que existimos o pasamos por tu vida, no pondremos pero alguno.
La belleza es algo que se trae puesto. Mucho podrá ayudar el ejercicio y el maquillaje, pero el resto es cuerpo, rostro y estilo. El que una mujer sea bonita y tenga un cuerpo rotundo, es lo que lleva a un hombre a romper su cochinito y llamarle para tenerla.
Hay bellezas tan definitivas que son suficiente para cubrir también la ilusión. No hace falta que la bella ponga de su parte más que su propia presencia para que el cliente salga satisfecho de haber poseído, aunque sea a medias, a una hermosa de ensueño.
Sin embargo, hay temperamentos en los clientes cuyo mayor interés es eso que estoy llamando ilusión. En esos casos, por lo que pagan es en menor medida por la belleza, y en mayor medida por comprarse la fantasía creíble de estar compartiendo más que carne con una mujer que cumple con sus deseos estéticos. Entonces la negativa al beso tiende a romper la ilusión. Nos convierte a sus ojos en algo que, a mejor precio, pudieron conseguir en la calle. Con los labios se hace el amor y por lo que se paga es por sentir que el amor es lo que se está haciendo. Por eso, si como profesional de los colchones peregrinos quieres que un trabajo valga la pena, lo mejor es entregar tu última guarida, después de todo, es sólo un beso.
Nada más amigos antes de estar con una chica, profesional o amateur, no importa, nunca dejen de usar cepillo, pasta de dientes, hilo dental y listerine. No hay nada más rico que amar a un hombre con un aliento fresco.
Un beso con colgate
Publicado por Fernanda en el foro de Fernanda (mi arroba) en Enero de 2007

martes, 9 de diciembre de 2008

C R E D O

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CREDO

Creo en la LIBERTAD, pero no como facultad, como valor ni como derecho, sino como la simple posibilidad de equivocarme todas las veces que quiera. Ser libre no es poder soñar en lo que quieras, sino tener la oportunidad de tomar el camino que decidas para conseguirlo. Muchas veces me he topado con hombres buenos que me ofrecen su apoyo moral y financiero para que cambie de vida, a cambio simplemente de que haga sólo para ellos lo que hoy hago para muchos, ¿Saben por qué sigo en el oficio? Porque creo en la libertad, yo rento ratos, pero no me vendo.

Creo en el AMOR, porque lo he sentido y lo he sufrido. Porque en este corazón han latido los pulsos venenosos de una carne anhelada. Porque lo he tenido y, como a las golondrinas, lo he dejado ir, segura de su regreso. Porque hay rincones en mi cama que extrañan su abrazo quieto y preguntan por él. Porque amar es un impulso que nos hace y nos da vida.

Creo en la AMISTAD, por que es el sentimiento desinteresado por excelencia. Porque la amistad fluye y es la que nos da energía. Creo en la amistad porque me he dado cuenta de que es el único impulso infinito. Energía que se va haciendo más grande cada que se tiende una mano o se fabrica un recuerdo. Porque a los amigos, como a los amores, se les escoge de entre un mundo de prospectos.

Creo en la DIVERSIDAD, porque fui formada por la vida para ir respetando a todos. Somos hombres y mujeres que solamente debemos distinguirnos por lo que hay nuestros corazones. Yo vivo en un mundo en el que la raza, el sexo, la religión, las preferencias sexuales, la condición económica ni cualquier otra cosa, nos hacen diferentes. Que viva la diferencia porque es lo que le pone sal y pimienta a la vida.

Creo en la MUERTE, por que es la única mujer realmente fiel. La que no te olvida nunca y tiene apuntada desde el principio la cita que ha de tener contigo. Bien decía una amiga que de las únicas cosas de las que nadie se salva es de los cuernos y de la muerte. Pero creo en ella, sobre todo, porque sé que solamente cuando te vas es que realmente comienza la vida.

Creo en los PRESERVATIVOS, porque me toco nacer en un mundo convulsionado por una peste artera. Porque amar y ser responsable es una ecuación que le ha costado a la humanidad mucha sangre aprender. Porque vivir es un milagro y un regalo que no podemos entregar sin dar la lucha, porque la responsabilidad es la mejor manera de cuidarnos todos y porque un condón sigue siendo la mejor vacuna contra el SlDA.

Creo en la PALABRA. Sólo el verbo nos acerca. Con sus ventajas y quebrantos, la palabra es la que nos hace humanos, la posibilidad de que hoy esté aquí, escribiendo estas locuras con la esperanza de que tú, sin saber siquiera quien eres, las leas y te digan algo, es la más sorprendente de las magias. Creo en la palabra porque he visto que cuando nos vamos y las luces de quienes nos conocieron se va extinguiendo, lo único que al final queda, si lo dijimos suficientemente fuerte, son nuestras palabras.

Creo en la ALEGRIA. Al mundo vinimos para sonreír, todo lo que hacemos entre sonrisa y sonrisa es una pérdida de tempo. Yo vivo para ser feliz y ese es el trabajo y destino que debemos tener todos en el mundo. La alegría es una sensación cuya intensidad puede en algunos casos levantarte del piso y llevarte a donde quieras. La inercia que hace girar al mundo es sin duda su alegría.

Creo en el CUERPO porque es nuestro empaque. Porque nada es más halagador que gustar y que quien pose en ti sus ojos disfrute lo que esta viendo. Porque pocas cosas templan tanto la autoestima como el placer de sentirse bien con una misma, de reconciliarse con el espejo, aunque en semejante conciliación haya mediado el bisturí de un cirujano.

Creo en el SEXO, porque es la mejor expresión de la energía. Porque es una actividad intensa y quemadora de calorías que todo mundo debería practicar cuando menos tres veces al día, pero sobre todo, porque siempre he pensado que otra cosa pasaría en este mundo si mas gente dejara de hacerse la guerra y comenzara a hacerse el amor.

Creo en el TRABAJO porque es lo que hace que lo que te comas sepa riquísimo. No hay mejor condimento que el saber que compraste tu alimento con el dinero que te ganaste. Les parecerá extraña esta declaración viniendo de alguien que tiene por oficio la llamada vida fácil, la que muchos considerarían todo menos un trabajo, pero el que no haya sindicato ni coticemos al seguro no lo hace menos completo, y quien diga lo contrario le pido que lo haga después de acostarse un día con varios desconocidos, aunque todos sean encantadores.

Creo en el DESTINO, porque a cada vuelta de rueda, cada que doblo una esquina, en cada habitación, me espera algo o alguien que a veces parece que me ha estado esperando allí desde siempre. No hay casualidades.

Creo en la PACIENCIA, porque todo llega si sabes esperarlo. Porque los más ricos platos son los que a fuego lento se cocinan. Porque cuando llega lo que has sabido preparar y aguardar, es cuando se esta lista para aprovecharlo.

Creo en la INTELIGENCIA, porque es la que nos hace libres.

Creo en MÍ, porque me quiero mucho.

Fernanda

domingo, 7 de diciembre de 2008

¿Nada más el que lo lea?

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Me contaron que nací un dos de febrero. Dicen que mi parto fue tan complicado que mi madre gritaba como loca cada que mis intentos por salir le provocaban un espasmo. Alguien me aseguró incluso, que entre más se dilataba su cuerpo para parirme, más groserías gritaba y mayor era su llanto. Creo que ese fue mi karma, chingar a la madre de la cuna a la sepultura.Tuve una infancia feliz. Tanto, que no hubo escuela, internado ni reclusorio que me soportara. Fui expulsada de todas las instituciones académicas posibles. Todo comenzó por casualidad, pues aunque canija siempre fui, en mis primeros años trataba de contenerme. La puerca torció el rabo cuando, allá por mi octavo aniversario, alguien tuvo la brillante idea de escribir en uno de mis inmaculados cuadernos la graciosa leyenda de “PUTO EL QUE LO LEA” y después una niña entrometida me delató atribuyendo a mi ingenio, aquella disparatada sentencia. Me gané un prestigio de mal portada que después, con mis propios méritos, me encargué de honrar. Naturalmente, no pasó mucho tiempo antes de que me expulsaran de aquella escuela.Algunos creen que esa expulsión fue porque escribí mi famosa frase en la oficina de la dirección, pero la verdad es que eso no lo hice yo, a mi me cacharon infraganti agregando a aquella oración y con tinta colorada, “…PERO MÁS PUTO EL QUE LO ESCRIBIÓ”. Me achacaron el crimen completo.Nunca supe quién fue el verdadero autor de las obras literarias que marcaron mi vida, pero al menos a la condenada niña que me delató aquella primera vez, juré matarla. Todavía conservo la bala y la pistola que robé a mi abuelo justo el día antes de mi expulsión y de que me llevaran a vivir tan lejos. Aun la conservo pues no pierdo la esperanza de que la vida me deje cobrar esa cuentita pendiente…

Publicado por Fernanda en el blog Generación Plan B en Enero de 2008

No Hay

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Publicado por Fernanda en el blog Generación Plan B en junio de 2008

EL INICIO

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"El Espejo de Fernanda"
es un reconocimiento
a
Fernanda la Escritora
Fernanda la Escort
Fernanda la Amiga
Fernanda La mujer

y está dirigido a la
gente interesada en su persona
En este espacio aparecerán
Escritos e Imagenes de ella
que encontremos
sin llevar un orden cronologico