Reconocimiento
a Fernanda la Escritora, Fernanda la Amiga,Fernanda La mujer,Fernanda la Escort
y está dirigido a la gente interesada en su persona,
En este espacio aparecerán sus Escritos y sus Imagenes sin llevar un orden cronologico.


sábado, 24 de enero de 2009

Memorias de una Geisha. Nunca podré olvidarlo

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Una nunca sabe, cuando el sol te obliga a abrir los ojos, sí esa será la mañana del día en que te cambiará la vida. Todos pasamos por un momento en el que algo pasa, una rama que se quiebra, una vuelta equivocada, un plantón inesperado de perredístas, una persona que se atraviesa por tu camino.
A veces, ese evento puede cambiarte la vida para mal (una piedra en el camino que al hacerte chocar, te condena a vivir en silla de ruedas) o para bien (la llamada que recibes de un cliente y que te lleva a redescubrirte).
En principio no es otra cosa que una llamada más. Incertidumbre y un poco de miedo. Un eco al teléfono, un pasillo de hotel, una puerta con promesa de misterio, un hombre sin rostro, un cuerpo apremiante y la desconocida historia de la vida de un extraño. Para ti, entregarte a él es sólo parte de tu tarde y una forma de ganarte la vida.
Al abrirse esa puerta se dibujan ojos, boca, manos, pies. El cuerpo impreciso toma forma, tamaño, color, aroma, sabor, textura. La química irrumpe de inmediato, casi violenta. Aun entonces no sabes si esa persona pasará de largo por tu cama compartiendo sólo tiempo, caricias y fluidos, o si tendrá suficiente magia para dejar huella. Las palabras pronto juegan su juego.
Él me llamó aquella vez como a las dos de la tarde. Cuatro horas después lo encontré en una villa del hotel Patriotismo. Platicamos del clima, del tráfico e hicimos el amor. Su cuerpo hizo lo suyo sin delicadeza. Luego se tumbó desnudo a mi lado, exhausto y satisfecho. Cuando más consolidado estaba el silencio, me di cuenta de que tenía clavados en mí sus ojos. Su mirada era tan insistente que comenzaba a incomodarme.
-¿Qué me ves?- Fue lo único que supe preguntarle, disfrazando como siempre mi inquietud tras una sonrisa.
Cuando una hace esa pregunta espera como respuesta algo así como “Que estas muy linda”, “Tus ojos” o cualquier otra frase hecha que se le parezca, pero nunca esperas lo que oí salir de los labios de ese tipo.
-Te estoy memorizando- dijo -Me estoy muriendo y me quiero llevar tu recuerdo-
Un calambre helado me recorrió el cuerpo y dejó estacionado un dolorcillo en mi vientre.
- Tengo cáncer. Ahora que muero, vivir es lo único que me queda -
Platicamos largo rato. Me contó lo mucho que le dolía el tiempo que había perdido. Los planes que dejó pendientes y todo lo que tenía pospuesto. En sus ojos había una llama desesperada, que ardía para apagarse. Estar conmigo era una de las cosas que había deseado sin cumplir.
Yo siempre había pensado que estar conmigo era el capricho de algunos hombres con dinero suficiente para darse un gusto. No pasaba por mi cabeza la idea de mi cuerpo como un propósito a cumplir.
Me conmovió mucho cuando me dijo que no quería irse sin estar con una mujer como yo. Para mí, que siempre me he visto como una chica, quizá simpática y coqueta, pero nada del otro mundo, oír esas palabras me cimbró el alma. Me lo dicen a veces, aunque nunca me lo creo; pero cuando te lo dice una persona en tránsito a su muerte, no puedes menos que confiar en su palabra.
De pronto me miró fijamente y preguntó -¿Te imaginas cuánta gente está ahora en su casa o en su oficina pegado a la computadora soñando con tenerte, mientras yo estoy aquí abrazado a tu cintura?- Guardó silencio largo rato sonriendo y luego me besó. Hicimos el amor de nuevo. Lo hicimos suavemente y sin prisas.
Esa noche sólo pude pensar en lo afortunada que soy. Pude valorar mi salud y la posibilidad que tengo de seguir cumpliendo mis propósitos sin prisas ni ultimátums. Reconocí mi obligación de no perder el tiempo, de no quedarme con las ganas de nada, de disfrutarlo todo y darme lo que me pido. Después de todo, mientras a nadie dañe, lo que me hace feliz no puede ser malo. Decidí pues que ser yo iba a ser mi vocación y mi trabajo. Entendí también que darles a ustedes ratos de dulce alivio y contagiarles estas ganas de vivir, era una manera maravillosa de hacer en la cama lo que mil terapias no hacen en un consultorio.
Cuando nos despedimos, me dijo que no volvería a verme. Que como todos los días conozco a tanta gente, sabía que yo no lo recordaría. La verdad es que, aunque no lo he vuelto a ver, nunca podré olvidarlo.

Besos
Fernanda

P.D. Gracias Cucho por tus hermosas palabras. (Ars longa, vita brevis)
Escrito por Fernanda El 07 de Agosto de 2006 en el foroElite de ZD

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