Reconocimiento
a Fernanda la Escritora, Fernanda la Amiga,Fernanda La mujer,Fernanda la Escort
y está dirigido a la gente interesada en su persona,
En este espacio aparecerán sus Escritos y sus Imagenes sin llevar un orden cronologico.


domingo, 25 de enero de 2009

Memorias de una Geisha. Cómo me volví Diva. (o La historia de cómo me inicié en el oficio)

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Estimados amigos, para celebrar y agradecer mi registro y mi hermosa R, les dejo el borrador del primer capítulo de las memorias con la historia de cómo me metí en esto. Espero que les guste:
Soy mexicana, alegre, relajada y de una familia tan normal como la de cualquiera. Crecí al sur de la Ciudad de México, en una colonia de esas de clase media pa’ arriba. Estudié en buenos colegios y digamos que estuve rodeada de esos parásitos que se llaman a sí mismos “gente bien”. Viví una infancia agradable, durante la cual nada me hizo falta. En 2002, cuando tenía 18 años, comencé a trabajar de piruja fina anunciándome en un sitio de Internet que comenzaba a ofrecer ese servicio.
Una no nace profesional, pero lo puta es algo que se lleva dentro. Yo nací con esa vocación. Mi primera relación sexual fue a los catorce, con un tipo casado y que me doblaba en años (y en otras cosas). Fui su amante por un tiempo y mantuve con él las más libertinas relaciones que a esa edad podían vivirse.
Pero en este país, la fortuna puede ser sólo una suave línea que separa la farsa de la realidad. A estas alturas no sé si mi papá murió porque nos quedamos en la calle o si nos quedamos en la calle porque mi papá murió, el caso es que de la noche a la mañana pasé de ser una niña consentida a indigente. De pronto me arrebataron todo lo mío y mi mamá comenzó a dar clases de inglés por unos cuantos pesos que no alcanzaban ni para pagar los gastos de la casa. Y no es que me tire de a mártir, porque de entre los muchos papeles que podré jugar en la vida, creo que ese es el que menos me queda. Simplemente son cosas que pasan; pero se siente de la fregada cambiar tan de repente el ritmo de vida.
Lo fuimos perdiendo todo poco a poco. Yo, que siempre había disfrutado tanto los obsequios de la buena vida, tuve que hacerme de un trabajo miserable. Conseguí con un cuate, previa entrega de las nalguitas, una chamba mal pagada como instructora de spin. Toda la vida he hecho ese ejercicio y estoy capacitada de sobra para conducir un grupo. Pronto tuve a mi cargo a varios grupos de viejas regordetas, muchachas anoréxicas, algunas muñequitas fresas y uno que otro maricón.
A la sesión de las 11 de la mañana venía una chica argentina. De unos treinta y pocos añitos, rubia, delgada y de grandes ojos azules. Magnífico cuerpo y bello rostro. Me cagaba verla llegar todos los días con diferentes pants (siempre de marca) y salir vestida del spin como muñeca. Tenía un porte estupendo y arrogante. Casi no hablaba con nadie. Yo estaba segura de que se trataba de una tipa fresa (digo, importadas y todo, pero donde quiera hay niñas fresas) mujercita de un marido rico que le mantenía su holgazanería. Me daban unas ganas locas de ser ella.
Después de todo y pese a lo que cualquiera supondría, la argentina resultó simpática y de repente nos hicimos amigas. Se llamaba Paty y vivía en la colonia Roma, a unas cuantas calles del spin, pero supe a qué se dedicaba sólo después de haberle contado las calamidades que estaba viviendo.
Es fácil, me dijo, se gana mucha plata, sólo es cosa de tomarla con calma y podés salir de apuros.
Puedo decir que antes de eso la idea ni siquiera había pasado por mi cabeza. Es más, hasta puedo afirmar que me ofendí. En cualquier caso estaría mintiendo. He llegado a pensar que todas las mujeres en algún momento de la vida soñamos con la idea de tener sexo por dinero. La diferencia es que lo que para la mayoría es sólo fantasía, habemos algunas que lo llevamos a la práctica. Ganándonos, desde luego, la envidia y el rencor de aquellas que nunca se atrevieron.
Después de todo, pensé, ya había conseguido muchas cosas a lo largo de mi vida poniendo a mis nalgas como intermediarias, siempre con magníficos resultados, pero sin duda inferiores a los que podría obtener tasándoles un arancel justo.
También mentiría si les digo que fue fácil. Parece sencillo, ponerle precio al cuerpo como si se tratara de etiquetar papas en el supermercado, pero siempre es difícil hacerse a la idea de que le estás poniendo un importe a tu intimidad. Estoy de acuerdo con que la virginidad, el pudor y la sexualidad están sobrevaluadas, pero siempre pesa la duda sobre hasta dónde llega lo que entregas.
Luego vienen dos obstáculos a salvar: el miedo y el asco. Siempre se corren riesgos en la vida, pero llegar a un cuarto de hotel a buscar un hombre solo, al que nunca antes has visto, sin más protección que tu buena suerte y muchos condones, no es la mejor idea de seguridad para una muchacha medio fresa y con apenas 18 abriles encima (menos en una ciudad como ésta); y la idea de encontrar tras la puerta un hombre sucio y repugnante al cual tengas que abrirle la piernas y el alma para atenderlo, no es precisamente la imagen de una velada romántica.
Pero cuando existe vocación, esas cosas se superan sin mayor problema. Claro, creo que como los artistas, que dicen que siempre sienten los mismos nervios antes de entrar al escenario, nosotras también, antes de tocar a la puerta regresa un poco de ese miedo y ese asco que dan la incertidumbre, pero invariablemente el temple te permite salir airosa de cada encuentro.
Mi anuncio con fotografía apareció en Internet más o menos una semana después de mi charla con Paty. Esa tarde comencé a atender llamadas.
Cuando se es propensa natural a las artes de la putería, una se hace experta de la noche a la mañana. Es como un don. Es muy sencillo. Los hombres no quieren simplemente gozar. La fantasía, la madre de todas las quimeras masculinas es, para sorpresa de cualquiera, que la mujer con quien comparten goce. Creo que es el único acto realmente generoso de su sexo. Para que un hombre disfrute realmente de una relación por la cual pagó no es suficiente que tenga el más impresionante de sus orgasmos; es necesario que esté seguro de que su pareja también lo gozó.
En este oficio aprendemos a conocer los ritmos y las reacciones de nuestros clientes. Si un hombre quiere que lo hagamos sentir poderoso, se va creyendo que es dios. Si un cliente espera sentirse amado, aquí encuentra unos pechos donde guarecerse, si lo que quiere es sólo sexo, acá está esta piel que en cada centímetro se entrega con la única intención de complacer.
Al primer cliente lo atendí en el Hotel Revolución. Era mayor de treinta pero menor de treinta y cinco. Entre sus brazos, desde aquella primera vez, aprendí muchos de los secretos del oficio. Cruzar esa puerta fue el paso más difícil que he dado; dejarla abierta como un buen modo para subsistir y recrearme mejoró mi vida. Después de todo, somos un bien necesario. Somos la promesa de que todo es posible. Más que cuerpos tibios con tacones, faldas cortas y escotes, supe que me había convertido en una tregua. Ese tiempo y ese espacio donde un hombre podría abandonarse a su fantasía. Comprendí, entonces, lo que era ser y sentirse mujer, en toda la extensión de la palabra.
Escrito por Fernanda, y posteado el 18 de Julio de 2006 en el foro Elite de ZD

1 comentario:

Unknown dijo...

Tomaron tu texto y lo plagiaron en Chile !! !


http://www.elmorrocotudo.cl/admin/render/noticia/30046