Reconocimiento
a Fernanda la Escritora, Fernanda la Amiga,Fernanda La mujer,Fernanda la Escort
y está dirigido a la gente interesada en su persona,
En este espacio aparecerán sus Escritos y sus Imagenes sin llevar un orden cronologico.


martes, 27 de enero de 2009

La crisis


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Últimamente se ha puesto de moda la palabra "crisis". Cada que prendes la tele, escuchas la radio, lees el periódico o conversas con alguien, es probable que este escabroso tema salga a colación como el fantasma ruin, que amenaza nuestras monederos. Lo peor es que para defendernos, no podemos sino desear que conforme las cosas se vayan poniendo mis peliagudas, la providencia nos ayude a irla librando.
Creo que yo, como la mayoría de la gente, no sé a ciencia cierta qué diablos pasó ni por dónde fue que se fastidió el asunto. Un día, de pronto, se anunció en los noticieros que había quebrado un banco y al otro ya estaba el mundo entero en medio de una broncota Tamaño rotoplás. No sé si todo es culpa del gringo loco al que avientan zapatazos o si cada quien hicimos o dejamos de hacer algo que nos jodio, pero la neta es que me preocupa. Para empezar, y como una forma de solidarizarme con los amigos que, en medio de todo esto, también merecen un poco de olvido, puse por unos días mis servicios en promoción, cobrando casi la mitad de lo que pedía en 2008. Pequeño, pero es mi granito de arena. De todas formas me quedé pensando si se puede hacer más.
Es curioso que hace apenas unos años, pasaban en la tele comerciales diciendo que los niños de estos tiempos ya no sabían lo que significaba la palabra crisis. Insinuaban que si la escuchaban tendrían que ir a buscarla a un tumba burro? Como si fuera una de esas palabras raras que nadie usa. La verdad a mi si me tocó entenderla y vivirla en carne propia.
Ya lo he contado en otras ocasiones, pero ahorita va muy a tono con el tema: Yo nací en una situación privilegiada. En mi casa no sólo nada faltaba, sino que nos acostumbraron a lujos y comodidades, que veríamos desaparecer de pronto, como efecto de una crisis que se vivió por allá de mediados de los noventa. Para cuando entró el siglo XXI, de la lana y propiedades que tenia la familia apenas quedaban unas cuantas cosas y muchos recuerdos. He dicho que jamás sabré si papá murió porque nos quedamos pobres, o si nos quedamos pobres porque papá murió, el caso es que conforme aquella crisis y las deudas que trajo consigo fueron llevándonos a la bancarrota, mi papito fue haciéndose chiquito, chiquito hasta que terminó por apagarse. Hay quien dice que lo mató un infarto, pero yo sé que todo aquello acabó por romperle el corazón.
Naturalmente, a partir de esa crisis mi vida dio tremendos giros y torceduras. Se dieron lugar una serie de acontecimientos que fueron llevando a otros y a otros, hasta que terminé por resolver mis emergencias inscribiéndome al gremio más antiguo del mundo. Cuando una chava tiene buena percha y poca lana, sobran las billeteras caritativas dispuestas a cambiar fondos por caricias. Fue cuestión de dejarle al tiempo convencerme, sin falsos prejuicios, de que era un camino digno y honesto para que nada faltara en mi refri. Sin embargo, a veces me pregunto qué sería de mi hoy, si no hubiera tenido que vivir las consecuencias de aquella crisis. Es probable que habría terminado una carrera y. aunque seguramente seria bien locochona y calenturienta, ¡o más seguro es que lo haría por puro gusto y no como medio de llenar la alacena.
Por eso ahora, cuando alguien me habla de la crisis siento una punzada en la barriga y aunque, como dice Gloria Trevi, estoy dispuesta a salir a partirme la mandarina en gajos todos los días para tener con qué comprar la chuleta, la neta es que me da ñañaras saber que no depende sólo de mi el asunto de salir adelante,
En cualquier caso, creo que tenemos que ser fuertes para lo que se venga Es chamba de todos estar preparados. Pensar que algo grande sucedió y está sucediendo allá, donde no podemos hacer nada. ¿Qué sabemos la mayoría de bolsas de valores, de rescates financieros o de todas esas palabras que se han puesto de moda? Sabemos de la bolsa del mandado y del rescate de nuestras quincenas. De eso tenemos que ocupamos. Es hora de estar listos, hay que conocer al vecino, preocuparnos por lo que le pasa al otro. Estar al pendiente de que una chavita no tenga que vender las pompis por primera vez para ganarse unos pesos, que un papá no se muera de tristeza porque lo va perdiendo todo, o que una mamá tenga para alimentar a los suyos. En tiempos de crisis lo que puede salvamos es estar unidos. Dar abrigo, alimento y calor a quien lo necesite. Pensar que nada sobra, cuando a alguien le falta. Sólo la esperanza vence los problemas grandes. Perdón si me puse cursi.

Un beso
Fernanda Siempre...

Escrito por Fernanda y publicado en el periodico metro de la Ciudad de Mexico el dia martes 27 de Enero de 2009
imagen de Fabián Garcia propiedad del periodico metro

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domingo, 25 de enero de 2009

Memorias de una Geisha. Cómo me volví Diva. (o La historia de cómo me inicié en el oficio)

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Estimados amigos, para celebrar y agradecer mi registro y mi hermosa R, les dejo el borrador del primer capítulo de las memorias con la historia de cómo me metí en esto. Espero que les guste:
Soy mexicana, alegre, relajada y de una familia tan normal como la de cualquiera. Crecí al sur de la Ciudad de México, en una colonia de esas de clase media pa’ arriba. Estudié en buenos colegios y digamos que estuve rodeada de esos parásitos que se llaman a sí mismos “gente bien”. Viví una infancia agradable, durante la cual nada me hizo falta. En 2002, cuando tenía 18 años, comencé a trabajar de piruja fina anunciándome en un sitio de Internet que comenzaba a ofrecer ese servicio.
Una no nace profesional, pero lo puta es algo que se lleva dentro. Yo nací con esa vocación. Mi primera relación sexual fue a los catorce, con un tipo casado y que me doblaba en años (y en otras cosas). Fui su amante por un tiempo y mantuve con él las más libertinas relaciones que a esa edad podían vivirse.
Pero en este país, la fortuna puede ser sólo una suave línea que separa la farsa de la realidad. A estas alturas no sé si mi papá murió porque nos quedamos en la calle o si nos quedamos en la calle porque mi papá murió, el caso es que de la noche a la mañana pasé de ser una niña consentida a indigente. De pronto me arrebataron todo lo mío y mi mamá comenzó a dar clases de inglés por unos cuantos pesos que no alcanzaban ni para pagar los gastos de la casa. Y no es que me tire de a mártir, porque de entre los muchos papeles que podré jugar en la vida, creo que ese es el que menos me queda. Simplemente son cosas que pasan; pero se siente de la fregada cambiar tan de repente el ritmo de vida.
Lo fuimos perdiendo todo poco a poco. Yo, que siempre había disfrutado tanto los obsequios de la buena vida, tuve que hacerme de un trabajo miserable. Conseguí con un cuate, previa entrega de las nalguitas, una chamba mal pagada como instructora de spin. Toda la vida he hecho ese ejercicio y estoy capacitada de sobra para conducir un grupo. Pronto tuve a mi cargo a varios grupos de viejas regordetas, muchachas anoréxicas, algunas muñequitas fresas y uno que otro maricón.
A la sesión de las 11 de la mañana venía una chica argentina. De unos treinta y pocos añitos, rubia, delgada y de grandes ojos azules. Magnífico cuerpo y bello rostro. Me cagaba verla llegar todos los días con diferentes pants (siempre de marca) y salir vestida del spin como muñeca. Tenía un porte estupendo y arrogante. Casi no hablaba con nadie. Yo estaba segura de que se trataba de una tipa fresa (digo, importadas y todo, pero donde quiera hay niñas fresas) mujercita de un marido rico que le mantenía su holgazanería. Me daban unas ganas locas de ser ella.
Después de todo y pese a lo que cualquiera supondría, la argentina resultó simpática y de repente nos hicimos amigas. Se llamaba Paty y vivía en la colonia Roma, a unas cuantas calles del spin, pero supe a qué se dedicaba sólo después de haberle contado las calamidades que estaba viviendo.
Es fácil, me dijo, se gana mucha plata, sólo es cosa de tomarla con calma y podés salir de apuros.
Puedo decir que antes de eso la idea ni siquiera había pasado por mi cabeza. Es más, hasta puedo afirmar que me ofendí. En cualquier caso estaría mintiendo. He llegado a pensar que todas las mujeres en algún momento de la vida soñamos con la idea de tener sexo por dinero. La diferencia es que lo que para la mayoría es sólo fantasía, habemos algunas que lo llevamos a la práctica. Ganándonos, desde luego, la envidia y el rencor de aquellas que nunca se atrevieron.
Después de todo, pensé, ya había conseguido muchas cosas a lo largo de mi vida poniendo a mis nalgas como intermediarias, siempre con magníficos resultados, pero sin duda inferiores a los que podría obtener tasándoles un arancel justo.
También mentiría si les digo que fue fácil. Parece sencillo, ponerle precio al cuerpo como si se tratara de etiquetar papas en el supermercado, pero siempre es difícil hacerse a la idea de que le estás poniendo un importe a tu intimidad. Estoy de acuerdo con que la virginidad, el pudor y la sexualidad están sobrevaluadas, pero siempre pesa la duda sobre hasta dónde llega lo que entregas.
Luego vienen dos obstáculos a salvar: el miedo y el asco. Siempre se corren riesgos en la vida, pero llegar a un cuarto de hotel a buscar un hombre solo, al que nunca antes has visto, sin más protección que tu buena suerte y muchos condones, no es la mejor idea de seguridad para una muchacha medio fresa y con apenas 18 abriles encima (menos en una ciudad como ésta); y la idea de encontrar tras la puerta un hombre sucio y repugnante al cual tengas que abrirle la piernas y el alma para atenderlo, no es precisamente la imagen de una velada romántica.
Pero cuando existe vocación, esas cosas se superan sin mayor problema. Claro, creo que como los artistas, que dicen que siempre sienten los mismos nervios antes de entrar al escenario, nosotras también, antes de tocar a la puerta regresa un poco de ese miedo y ese asco que dan la incertidumbre, pero invariablemente el temple te permite salir airosa de cada encuentro.
Mi anuncio con fotografía apareció en Internet más o menos una semana después de mi charla con Paty. Esa tarde comencé a atender llamadas.
Cuando se es propensa natural a las artes de la putería, una se hace experta de la noche a la mañana. Es como un don. Es muy sencillo. Los hombres no quieren simplemente gozar. La fantasía, la madre de todas las quimeras masculinas es, para sorpresa de cualquiera, que la mujer con quien comparten goce. Creo que es el único acto realmente generoso de su sexo. Para que un hombre disfrute realmente de una relación por la cual pagó no es suficiente que tenga el más impresionante de sus orgasmos; es necesario que esté seguro de que su pareja también lo gozó.
En este oficio aprendemos a conocer los ritmos y las reacciones de nuestros clientes. Si un hombre quiere que lo hagamos sentir poderoso, se va creyendo que es dios. Si un cliente espera sentirse amado, aquí encuentra unos pechos donde guarecerse, si lo que quiere es sólo sexo, acá está esta piel que en cada centímetro se entrega con la única intención de complacer.
Al primer cliente lo atendí en el Hotel Revolución. Era mayor de treinta pero menor de treinta y cinco. Entre sus brazos, desde aquella primera vez, aprendí muchos de los secretos del oficio. Cruzar esa puerta fue el paso más difícil que he dado; dejarla abierta como un buen modo para subsistir y recrearme mejoró mi vida. Después de todo, somos un bien necesario. Somos la promesa de que todo es posible. Más que cuerpos tibios con tacones, faldas cortas y escotes, supe que me había convertido en una tregua. Ese tiempo y ese espacio donde un hombre podría abandonarse a su fantasía. Comprendí, entonces, lo que era ser y sentirse mujer, en toda la extensión de la palabra.
Escrito por Fernanda, y posteado el 18 de Julio de 2006 en el foro Elite de ZD

sábado, 24 de enero de 2009

Memorias de una Geisha. Nunca podré olvidarlo

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Una nunca sabe, cuando el sol te obliga a abrir los ojos, sí esa será la mañana del día en que te cambiará la vida. Todos pasamos por un momento en el que algo pasa, una rama que se quiebra, una vuelta equivocada, un plantón inesperado de perredístas, una persona que se atraviesa por tu camino.
A veces, ese evento puede cambiarte la vida para mal (una piedra en el camino que al hacerte chocar, te condena a vivir en silla de ruedas) o para bien (la llamada que recibes de un cliente y que te lleva a redescubrirte).
En principio no es otra cosa que una llamada más. Incertidumbre y un poco de miedo. Un eco al teléfono, un pasillo de hotel, una puerta con promesa de misterio, un hombre sin rostro, un cuerpo apremiante y la desconocida historia de la vida de un extraño. Para ti, entregarte a él es sólo parte de tu tarde y una forma de ganarte la vida.
Al abrirse esa puerta se dibujan ojos, boca, manos, pies. El cuerpo impreciso toma forma, tamaño, color, aroma, sabor, textura. La química irrumpe de inmediato, casi violenta. Aun entonces no sabes si esa persona pasará de largo por tu cama compartiendo sólo tiempo, caricias y fluidos, o si tendrá suficiente magia para dejar huella. Las palabras pronto juegan su juego.
Él me llamó aquella vez como a las dos de la tarde. Cuatro horas después lo encontré en una villa del hotel Patriotismo. Platicamos del clima, del tráfico e hicimos el amor. Su cuerpo hizo lo suyo sin delicadeza. Luego se tumbó desnudo a mi lado, exhausto y satisfecho. Cuando más consolidado estaba el silencio, me di cuenta de que tenía clavados en mí sus ojos. Su mirada era tan insistente que comenzaba a incomodarme.
-¿Qué me ves?- Fue lo único que supe preguntarle, disfrazando como siempre mi inquietud tras una sonrisa.
Cuando una hace esa pregunta espera como respuesta algo así como “Que estas muy linda”, “Tus ojos” o cualquier otra frase hecha que se le parezca, pero nunca esperas lo que oí salir de los labios de ese tipo.
-Te estoy memorizando- dijo -Me estoy muriendo y me quiero llevar tu recuerdo-
Un calambre helado me recorrió el cuerpo y dejó estacionado un dolorcillo en mi vientre.
- Tengo cáncer. Ahora que muero, vivir es lo único que me queda -
Platicamos largo rato. Me contó lo mucho que le dolía el tiempo que había perdido. Los planes que dejó pendientes y todo lo que tenía pospuesto. En sus ojos había una llama desesperada, que ardía para apagarse. Estar conmigo era una de las cosas que había deseado sin cumplir.
Yo siempre había pensado que estar conmigo era el capricho de algunos hombres con dinero suficiente para darse un gusto. No pasaba por mi cabeza la idea de mi cuerpo como un propósito a cumplir.
Me conmovió mucho cuando me dijo que no quería irse sin estar con una mujer como yo. Para mí, que siempre me he visto como una chica, quizá simpática y coqueta, pero nada del otro mundo, oír esas palabras me cimbró el alma. Me lo dicen a veces, aunque nunca me lo creo; pero cuando te lo dice una persona en tránsito a su muerte, no puedes menos que confiar en su palabra.
De pronto me miró fijamente y preguntó -¿Te imaginas cuánta gente está ahora en su casa o en su oficina pegado a la computadora soñando con tenerte, mientras yo estoy aquí abrazado a tu cintura?- Guardó silencio largo rato sonriendo y luego me besó. Hicimos el amor de nuevo. Lo hicimos suavemente y sin prisas.
Esa noche sólo pude pensar en lo afortunada que soy. Pude valorar mi salud y la posibilidad que tengo de seguir cumpliendo mis propósitos sin prisas ni ultimátums. Reconocí mi obligación de no perder el tiempo, de no quedarme con las ganas de nada, de disfrutarlo todo y darme lo que me pido. Después de todo, mientras a nadie dañe, lo que me hace feliz no puede ser malo. Decidí pues que ser yo iba a ser mi vocación y mi trabajo. Entendí también que darles a ustedes ratos de dulce alivio y contagiarles estas ganas de vivir, era una manera maravillosa de hacer en la cama lo que mil terapias no hacen en un consultorio.
Cuando nos despedimos, me dijo que no volvería a verme. Que como todos los días conozco a tanta gente, sabía que yo no lo recordaría. La verdad es que, aunque no lo he vuelto a ver, nunca podré olvidarlo.

Besos
Fernanda

P.D. Gracias Cucho por tus hermosas palabras. (Ars longa, vita brevis)
Escrito por Fernanda El 07 de Agosto de 2006 en el foroElite de ZD

jueves, 15 de enero de 2009

Amigos, Simplemente Amigos...

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Una nunca sabe como una amistad comienza a convertirse en otra cosa. Siempre hay amigos a los que se quiere mucho, que de pronto te anuncian sentirse enamorados. Aunque en todos los casos es un halago, no siempre es posible corresponder a ese afecto. En nuestro oficio, esos casos son todavía más complicados; especialmente cuando el amigo en cuestión se acostó contigo desde el día en que lo conociste. Migue fue un cliente, luego mi amigo, más tarde un enamorado y al final un despecho.
Lo quise mucho y bien. Era joven (33), soltero y muy simpático. La tarde en que nos conocimos hicimos clic, su forma de hablar me encantaba y la manera en que me tocaba me complacía. Sus brazos eran fuertes y tenía un modo de hacer el amor entre lo tosco y lo tierno que aquella vez logró robarme un orgasmo. Era tan agradable que conseguía que me abandonara a mis sentidos en sus brazos y realmente disfrutara estar con él. Era un poco gordito, pero a mi no me molestan los hombres con algo de mantequita, al contrario, los disfruto mucho, ja ja ja.
Aquella tarde estaba contenta, de modo que a la hora de la despedida, cuando se ofreció a llevarme a mi departamento, no sólo acepté sino que lo invité al cine. Eso fue muy irregular, pues es mi política no aceptar salidas de nadie. Al terminar la película él me invitó a cenar. Pasamos una tarde formidable y comenzamos una maravillosa amistad. De cuando en cuando me llamaba o yo a él. Salíamos, charlábamos; se volvió mi confidente. Conoció a mi mamá y yo a sus hermanos, en fin. Algunas veces terminábamos en la cama y disfrutábamos como locos, siempre, desde luego, con el debido pago de su tarifa.
Ser tomada por alguien por quien sientes afecto, sin compromisos, es como la combinación perfecta de las delicias del amor y del pecado. Para mi era extraordinario hacer el amor con un amigo. Lo malo es que para él no lo era. Cuando menos dejó de serlo cuando dejó de verme como amiga.
La noche que en su carro me confesó estar enamorado, no atiné a hacer otra cosa que salir corriendo. Hablamos días más tarde, me pidió que dejara el “negocio”, exhibió sus sentimientos. Cada palabra que pronunciaba, hacía más chiquito mi corazón; no porque como mujer su afecto no me llenara de satisfacción, sino por la imposibilidad de que mis sentimientos le correspondieran. No estaba en mí en ese momento dejar el servicio, menos por un hombre al que quería, pero no amaba.
Poco a poco los incidentes en nuestra relación fueron extinguiendo la chispa de lo que fue nuestra amistad. Peleamos, nos ofendimos, dejamos de vernos, sin embargo aún ahora, cuando busco en los recuerdos los momentos gratos de mi paso por la vida de escort, su evocación regresa como una de las almas más generosas que conocí en un cuarto de hotel y en una vida.
Con amor
publicado el 02/Ene/2007 por Fernanda en foros mi arroba en el foro de fernanda

Necesito contarle a alguien…(CONCLUSIÓN Y EPILOGO)

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Hola Mario. Supongo que no tenemos el gusto pues soy made in México, pero leí tus escritos y, buscando darte ánimo, no encontré mejor manera que decirte que todo en la vida tiene su como y su porqué. A veces, cuando vas con la cabeza pa' abajo y renegando de lo mal que están las cosas, es justo cuando detrás de ti viene correténdote la fortuna para tocarte el hombro. Después de todo cuando se cierra una puerta,se abre una ventana.

El adiós y el engaño son tragos muy difíciles de pasar, por amargos y porque se atoran. Pero ponles dulcecito y mucha agua pa' que resbalen. Recuerda los momentos en que te sentiste el rey del mundo caminando al lado de la paisana de Shakira, recuerda que iba de tu mano y cuando volteabas te veías en sus ojos verdes como los de Scarlet Johanson y piensa en la infinita alegría que te daba perderte en su cuerpo. Recuerda la alegría que te causaba simplemente escucharla al teléfono o esperarla en el areopuerto. No saques la calculadora para tasar tus recuerdos, porque esos no tienen precio. Ella se fué, se lo pierde. Lo que viviste, es tuyo y a lo que sigue, que ten por seguro, es lo que Scarlett está haciendo.

No trates de sustituir. Vive y deja que los dolores se asienten. Vive tu pérdida y tu dolor y, sobre todo, deja de buscar. La extranjera de tus sueños llegará sola, recuerda que en esto del amor, sólo el que no busca, encuentra.

PD: Haz mucho caso a las observaciones de Knight.

Besos Fer

escrito por Fernanda el 25.02.2007, en el foro Elite de zonadivas

jueves, 8 de enero de 2009

Memorias de una Geisha IV. Él

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Cuando sueño a veces me visitan los recuerdos de mi andar de puerta en puerta, en pasillos obscuros y alfombrados, en cuartos con ese olor a limpio urgente, artificial. Pero sobre todo, me viene la imagen de esos hombres sin rostro o con todos los rostros que me desean y me tienen, pero de todos los amigables fantasmas, la visita recurrente es la de ese hombre.
Era un tipo de León, Guanajuato. Fuerte, alto, de buen porte. Dueño de una fábrica de zapatos y que tiene entre 40 y 50 años. La primera vez que me llamó, me recibió callado. Olía rico. Se sentó y, con un ademán frío, me pidió que hiciera lo mismo. Se quedó callado, examinándome de pies a cabeza. Observándome con calma. Cuando mi sonrisa comenzó a pasar de tímida a nerviosa, me tendió una mano.
Se levantó y suavemente me jaló hacia el. Retiró algunos rizos que caían sobre mi cara y me besó. Ese beso, con su aliento fresco y sus brazos fuertes me bajó la guardia. Supe que era suya, pagara o no. Mi boca reaccionó tratando de devorar la suya. De hacer mía la tibieza de sus labios.
Mi sexo punzaba sin habernos casi dirigido la palabra. El episodio fue inolvidable. La fuerza y la dulzura de lo que en la cama me hizo es tan difícil de narrar, como es difícil explicar la belleza del viento fresco. Si cabe la comparación, fue como ser poseída por un león manso.
Me colgué de su espalda, se aferró a mi cintura, me exploró, me violó, me complació.
Se convirtió pronto en uno de mis clientes regulares. La regla del juego era hablar lo menos posible, el resultado era un halo de misterio que me hacia encenderme al sólo ver su número brillar en la pantalla de mi celular. Hoy el bello de mi cuerpo se exalta al simplemente recordar el rigor hermoso de sus embestidas, su olor dulce, su amor fácil, sus manos sabias, su cuerpo en el mío. No lo he vuelto a ver, pero a veces, sólo basta con cerrar los ojos y con el deseo, viene.Cuando sueño a veces me visitan los recuerdos de mi andar de puerta en puerta, en pasillos obscuros y alfombrados, en cuartos con ese olor a limpio urgente, artificial. Pero sobre todo, me viene la imagen de esos hombres sin rostro o con todos los rostros que me desean y me tienen, pero de todos los amigables fantasmas, la visita recurrente es la de ese hombre. Era un tipo de León, Guanajuato. Fuerte, alto, de buen porte. Dueño de una fábrica de zapatos y que tiene entre 40 y 50 años. La primera vez que me llamó, me recibió callado. Olía rico. Se sentó y, con un ademán frío, me pidió que hiciera lo mismo. Se quedó callado, examinándome de pies a cabeza. Observándome con calma. Cuando mi sonrisa comenzó a pasar de tímida a nerviosa, me tendió una mano. Se levantó y suavemente me jaló hacia el. Retiró algunos rizos que caían sobre mi cara y me besó. Ese beso, con su aliento fresco y sus brazos fuertes me bajó la guardia. Supe que era suya, pagara o no. Mi boca reaccionó tratando de devorar la suya. De hacer mía la tibieza de sus labios.Mi sexo punzaba sin habernos casi dirigido la palabra. El episodio fue inolvidable. La fuerza y la dulzura de lo que en la cama me hizo es tan difícil de narrar, como es difícil explicar la belleza del viento fresco. Si cabe la comparación, fue como ser poseída por un león manso. Me colgué de su espalda, se aferró a mi cintura, me exploró, me violó, me complació. Se convirtió pronto en uno de mis clientes regulares. La regla del juego era hablar lo menos posible, el resultado era un halo de misterio que me hacia encenderme al sólo ver su número brillar en la pantalla de mi celular. Hoy el vello de mi cuerpo se exalta al simplemente recordar el rigor hermoso de sus embestidas, su olor dulce, su amor fácil, sus manos sabias, su cuerpo en el mío.
No lo he vuelto a ver, pero a veces, sólo basta con cerrar los ojos y con el deseo, viene.
Escrito por Fernanda, y publicado el 15 de Mayo de 2006, en el Foro Elite de ZD

Memorias de una Geisha. Gracias

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Queridos foristas (Mozart incluido):

Hace mucho (una semana), cuando decidí desahogarme con ustedes, contar en episodios pedazos de recuerdo, me movió sólo la idea de calentarme las entrañas. De traer a colación aquellos ratos veces tristes, veces maravillosos que viví de cama en cama y de boca en boca.

Sentir de nuevo el abrazo lujurioso del amigo extraño que, sin más, no sólo deja su dinero, sino que se esfuerza en complacerte. La magia de este juego, su encanto, es cuando te das cuenta de que un cliente se olvida de que paga y se desvive por hacerte sentir cómoda, princesa, por suavizar su penetración, por jugar contigo y por ser amable hasta en el sexo más rudo.
Disfruté de ustedes y de su compañía. De sus charlas en la cama, sus caricias, su pecho tibio en donde descansar. A veces estaba harta y no podía abrir las piernas una vez más, ya tenía ganas de dejarlo cuando lo hice, pero a veces, cuando estoy sola y un fuego tosco me crece en el abdomen, siento ganas de que el teléfono suene y salir corriendo a encontrarte sin saber quien eres. A que me llenes con un pedazo de tu cuerpo. A que apagues el vacío.
Hoy, después de leer estas opiniones agradables me sentí como entonces y mi cuerpo se estremeció como cuando los tenía cerca y me acostaba con ustedes. El abrazo de sus palabras y la comodidad en el pecho firme de su solidaridad es algo por lo que sólo me resta darles las gracias.

Un beso
Fer

Escrito por Fernanda, y publicado el 15 de Mayo de 2006, en el Foro Elite de ZD

Memorias de una Geisha. Replica

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Estimados foristas regulares, eventuales y advenedizos (no se ofendan, yo me asumo advenediza):
Soy mexicana, en 2002, cuando tenía 18 años, comencé a trabajar en el servicio escort anunciándome en un sitio que comenzaba a ofrecer esta prestación. El año pasado, con la vida más bien resuelta decidí dejar el oficio.
Nunca, en esos años, seguí el foro; pero ahora, con la distancia que da el tiempo y reconociendo que de aquella experiencia me quedo con más recuerdos buenos y divertidos que de los otros, decidí contarles.
De inmediato aparecieron las dudas. Que si no existo, que si lo que escribo es plagio, que si es de alguna página española, etcétera. No sé hasta que punto se puede “piratear” algo, pero lo escrito por mi es mio y sólo está en este foro. No sé como estas letras pudieran calificarse de robadas, si la palabra es pública.
Les cuento: Quiero escribir un libro para contar mi experiencia, sin remordimientos ni dobles morales, de lo que es ser una chica de acompañamiento. Quiero que se sepa de mi carrera por el libertinaje y mi llegada a buen puerto, sin cargar con traumas ni remordimientos. Creo que lo que hice y lo que hago me hizo bien y a nadie dañó.
Pensé en ustedes como los mejores jueces para lo que estoy emprendiendo, quien sabe, quizá a nadie le interese publicarme pero tengo mucho que contar. No sé por qué, de entrada, me descalifican. Ustedes nos conocen, quienes estamos en este oficio, a este nivel no somos chicas tontas. Muchas tenemos educación superior y podemos juntar palabras, hacer enunciados inteligentes, sin tener que plagiarlos.
¿Acaso para ser veraz tengo que decir:
Mi primer cliente:
Cara: 7
Cuerpo: 5
Oral: 8
Pito: 10?
Yo creo que no. Yo creo que un foro es para las letras y las ideas. Y mi historia era para ustedes. Espero que una editorial la publique algun día y quieran leerla.
Un beso cariñoso
Fer

PD Los extraño (a veces)

Escrito por Fernanda, y publicado el 15 de Mayo de 2006, en el Foro Elite de ZD

Memorias de una Geisha III. El aro

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La primera vez en todo es siempre especial, el resto suele ir construyendo la rutina. En el servicio escort esa rutina viene pronto y el orgasmo rara vez. Al principio la emoción por la incertidumbre de lo que aparecerá al abrirse la puerta de una habitación de hotel ocupa un espacio que le pone sabor al trabajo. Los hombres que nos llaman tienen entre los veintimuchos y los cincuentaipocos; son de buena posición y de muy distintos rangos de comportamiento y cultura. Los hay cachondísimos, timidos, agresivos, inseguros, lentos, rápidos, fuertes, débiles, gordos, flacos, chaparros, altos, guapos, feos, aburridos, interesantes... Sus penes son también de todas las formas, tamaños y colores posibles y su forma de abordar el sexo es también surtidita en alternativas. Pero hay tres cosas que se repiten en la mayoría de ellos: todos quieren besos en la boca, a muchos les encanta que les des una mamada sin condón (viniéndose en tu boca) y dos de cada tres preguntan si haces anal. Creo que uno de los factores que condicionó el que me fuera bien, es que las tres cosas me encantan y las tenía en mi catálogo de servicios. Los besos es una forma de hacer que un cliente se vaya satisfecho, el oral terminado es una delicia y el anal es una manera rica de ganar un poco más. No es mi hit, pero me gusta el sexo anal. En mi vida privada (antes de hacerme vida pública) lo había hecho algunas veces con mucho gusto, pero en mi trabajo pocas veces resultaba placentero. Hay algunos hombres que tienen vergas realmente gruesas, sientes que el esfínter te revienta cuando penetra con violencia en ese espacio estrecho. Hay otras vergas cuya longitud espectacular te hace sentir que te atraviesa. El dolor es monstruoso aunque, he de admitirlo, una vez adentro la cadencia del movimiento se significa en sensaciones únicas y deliciosas. Sin embargo, para no arriesgar, una noche, tomé la decisión de anunciar mi servicio anal sólo después de haber visto la verga que lo penetraría. Aquella noche fui cogida no por un hombre sino por un caballo. Las enormes dimensiones de su cuerpo y de su pene me dejaron helada. Ya por teléfono habíamos pactado el arancel por el servicio (anal incluido), pero –ingenua de mi- pensé que como otros, podía haber preguntado sin pretender realmente aquel segundo servicio. Al principio me cogió por el hueco convencional. Su gigantesco animal se clavó entre mis piernas abarcándolo todo. Sentí mí cuerpo indigestarse, acapararlo todo por la presencia de su hombría imponente. Sentí sus convulsiones al vaciarse, sentí como me palpitaba dentro. Cuando me lo sacó seguía firme, desafiante. Se quitó el condón y me puso su verga húmeda en la boca. Le limpié el semen con labios y lengua. El segundo episodio tardó un poco. Charlamos en la cama. Estaba exhausta y trataba de distraerlo para dejar correr el tiempo. Ese día había atendido ya a otros clientes y mis ganas de estar en la cama no eran precisamente para estar cogiendo.De pronto, me tomó por la cintura y me puso boca abajo. Acariciándome cadenciosamente recorrió con su lengua mi espalda hasta detenerse en mis nalgas. Con sus manos enormes me las separó y comenzó a mamarme el culo. Me mojó considerable con su saliva, lamió las hendiduras y las comisuras. El placer de sentir ahí su lengua me abarcaba toda, pero el miedo de que pensara introducir ese monstruo en un agujero tan pequeño me helaba. Se puso un condón mientras metía dos dedos en mi culo y vencía la resistencia del esfínter. Entonces sucedió. Su verga colosal comenzó a abrirme en dos clavándose lentamente por mi ano. Solté un grito franco y las lágrimas brotaron de mis ojos. Clavé las uñas en la sábana y soporté la envestida brutal de aquella fiera que se estaba haciendo de mi. Sentí como su cuerpo avanzaba en mis entrañas y las cruzaba alojándose en los intestinos. Grité, lloré, le pedí que parara eso. Se detuvo. Con el gigante adentro pausó el movimiento trepidante. Me sentía atragantada, adolorida, cruzada. Me ofreció sacarlo y suspender todo, pero pensé que lo peor había pasado y que yo nunca me rajo. Le dije que no con un movimiento de cabeza y me abandoné a mi suerte. Con cada acometida sentía desvanecerme, su bulto me rompía toda, sin embrago, disfruté. Cuando salió sentí un alivio parecido al orgasmo y una sensación de vació que, no podía creerlo, me hacía extrañar su presencia en mis esencias. Disfruto el anal, pero después de aquella experiencia decidí aceptarlo sólo después de comprobar que un coloso no querrá partirme en dos.
Escrito por Fernanda, y publicado el 15 de Mayo de 2006, en el Foro Elite de ZD